Hay un pasaje que realmente me ha cautivado en estos días; está en el segundo libro de los Reyes capítulo 13, versículo 21 que dice:
“Y aconteció que al sepultar unos a un hombre, súbitamente vieron una banda armada, y arrojaron el cadáver en el sepulcro de Eliseo; y cuando llegó a tocar el muerto los huesos de Eliseo, revivió y se levantó sobre sus pies”
Esto es verdaderamente increíble. La unción permaneció en los huesos de Eliseo. De este pequeño pasaje podemos aprender algo importante de la unción.
1. La unción cuando es derramada en alguien permanece.
2. La unción puede penetrar hasta los huesos.
Entre más estés en contacto con el aceite de la unción más va a penetrar en nosotros. Puede ser que busques la unción y la consigues. Una vez. Pero si de manera continua la estás buscando este aceite va a ir impregnándote de tal manera que tu vida absorberá profundamente todas sus cualidades.
Es como el overol de un mecánico. Está tanto tiempo en contacto con el aceite de los autos que llega el momento que todo el overol huele a aceite, que todo el overol se le ve el aceite y por más que quisieran lavarlo llega a resultar imposible. Así es la unción, entre más tiempo pasemos con el Espíritu Santo, más se nos va a pegar ese aceite santo. De tal manera que será visible, oleremos a Su presencia, y aún cuando muramos nuestros huesos estarán impregnados de Su unción.
El aceite tiene una característica cuando lo untas, busca la manera de penetrar aquello donde es derramado, por eso cuando un tornillo está atorado le echamos aceite y esperamos a que poco a poco se vaya introduciendo por los canales del tornillo hasta que pueda ser aflojado. Lo mismo pasa con el aceite del Espíritu Santo cuando es derramado en nosotros, poco a poco va penetrando nuestra vida hasta llegar a lo mas profundo de nuestro corazón… y como vemos en este pasaje, llega hasta los huesos.
Otra cosa, no necesitó Eliseo estar vivo y orar por el soldado muerto, la unción hizo todo. Ahora lo que nos toca es buscar la manera de ser ungidos con el aceite del Espíritu Santo todo el mayor tiempo posible y dejar que nuestra vida lo absorba… y confiar que esa unción tiene el poder de actuar por sí sola, no es tu oración, no son tus palabras, es Dios el que actúa. Es la unción que deja en ti.
Armando Carrasco Z.
viernes, 28 de agosto de 2009
Suscribirse a:
Entradas (Atom)