martes, 18 de noviembre de 2008

El fuego de su presencia III

Continuando con nuestros personajes, tanto Moisés como los discípulos fueron puestos en una esfera de milagros. El fuego que se presentó en ambos casos los sumergió en un ambiente de señales y maravillas.

Moisés, como todos sabemos, se presentó ante el Faraón con milagros y se despidió con uno de los más grandes de toda la historia; el camino abierto en medio del mar. Cumplió con su misión.

Los discípulos por su parte se presentaron ante la gente con señales y maravillas, llegando al grado que la sola sombra de Pedro sanaba a las personas cuando él pasaba a su lado.

Esos “detallitos”, provocaron una chispa en ellos, tanto en Moisés como en los apóstoles. Una chispa que los cambió de por vida.

Moisés tenía miedo de hablar por parte de Dios, vemos que Moisés le dice a Dios: “¿Quién soy yo para que vaya a Faraón, y saque de Egipto a los hijos de Israel?” Después de un rato de conversar con Dios Moisés queda convencido y vemos que con aplomo decide obedecer a Dios. Cada vez que veía el respaldo de Dios, quedaba más seguro de lo que hacía.

Igual pasó con los discípulos, cuando Judas entregó con soldados a Jesús todos sus discípulos huyeron. El miedo se apoderó de ellos de tal manera que a la “hora de la verdad” lo único por lo que vieron fue por proteger sus propias vidas. Pero todo cambió después del famoso “pentecostés”. Tuvieron la valentía para predicar el evangelio aún a costa de sus propias vidas.

En ambos casos el fuego cambió los corazones. Ese es el fuego de Dios. Esa chispa que cambia una vida. Un poder sobrenatural que se introduce en lo mas profundo de nuestro ser para cambiarnos radicalmente.

Esa es la razón por la que cuando veas una zarza ardiendo debes acudir. Esa es lar razón para que cuando escuches un estruendo como de viento recio, debes acudir. Para estar expuesto al fuego divino.

Las consecuencias del fuego de la presencia de Dios son permanentes, cuando eres alcanzado por esa llama divina tu corazón sufre una combustión interna que te impulsa hacia tu destino. Ya no son solo palabras, ya no es la información que tienes en la mente acerca de Dios, es la pasión encendida provocada por Su presencia lo que te mueve, lo que te sostiene, lo que te da vida.

Armando Carrasco Z.

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